Una noche, en su torre de departamentos casi vacía en el Londres contemporáneo, Adam (Andrew Scott) tiene un encuentro casual con un misterioso vecino, Harry (Paul Mescal), que rompe el ritmo de su vida cotidiana. A medida que se desarrolla una relación entre ellos, Adam se preocupa por los recuerdos del pasado y se siente atraído de vuelta a la ciudad suburbana donde creció, y al hogar de su infancia donde sus padres (Claire Foy y Jamie Bell), parecen estar viviendo, tal como estaban el día en que murieron, 30 años antes.
Todos Somos Extraños
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Las opiniones pueden estar divididas sobre la escena final de la película, si lleva este drama demasiado lejos hacia otro género (familiar) y si las escenas en las que hemos hecho una inversión emocional tan llorosa han sido simplemente una mala dirección. Pero qué tremendas actuaciones de los cuatro; qué estilo aporta Haigh a esta película, fusionando los temas de relaciones románticas y relaciones intergeneracionales de sus películas anteriores Weekend y 45 Years.
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Sin querer caer en generalizaciones radicales sobre los estereotipos nacionales, esta es una película inglesa que es extraordinariamente sincera en la crudeza nada sentimental de sus emociones y la vulnerabilidad desnuda de sus personajes, lo que hace que su impacto sea aún más penetrante. Los cuatro actores principales de la pieza, que juega con el tiempo, el lugar y la conciencia de maneras audazmente poco convencionales, responden a ese enfoque con actuaciones totalmente sintonizadas, cada una de las cuales produjo momentos que me hicieron llorar.
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…no quiero decir que “All of Us Strangers” no es una película lacrimógena de grado nuclear, porque definitivamente lo es, especialmente una vez que la floreciente relación de Adam con Harry comienza a agravar la que resucita con sus padres. Pero Haigh cuenta esta historia potencialmente sensiblera con un toque tan ligero que incluso sus revelaciones más importantes golpean como un martillo de terciopelo, y su guión refleja de manera tan conmovedora el anhelo de Adam de ser conocido, a través del tiempo y el espacio, que la película siempre parece arraigada en su presente emocional, incluso cuando oscila entre dimensiones.
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A pesar de su penetrante visión y sus deslumbrantes actuaciones, su sexo ardiente y sus conclusiones devastadoras, la película opera a distancia, detrás de un panel de vidrio. Quizás porque Haigh le da a Adam tan poca atadura al reino de lo real; gran parte de la película se pierde en un ensueño lastimero. All of Us Strangers es en sí mismo una especie de espectro, amenazante y terriblemente insistente y, sin embargo, incorpóreo, imposible de abrazar verdaderamente y aferrarse a él con toda su vida.
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Canalizando una cierta vibra tipo A24, la película comparte el aspecto de rompecabezas de memoria de “Aftersun” en particular, por lo que es apropiado que Haigh haya elegido a Mescal, quien interpretó al padre del narrador en esa película. Todo el viaje no se basa tanto en la lógica sino en una especie de intuición emocional y, como tal, no habrá dos espectadores que lo experimenten de la misma manera. Lo que a algunos les parece manipulador, a otros les resultará evidente, ya que la película ofrece un tipo de conexión que es demasiado rara y tal vez incluso imposible.
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All of Us Strangers plantea muchas preguntas, pero las respuestas no se dan fácilmente. Es un trabajo desafiante como suele ser gran parte de la filmografía basada en personajes de Haigh, incluidos Weekend y 45 Years, pero que ofrece grandes recompensas si te registras. No es una película para una audiencia masiva, pero el público aventurero la aceptará con los brazos abiertos.
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Magistralmente, Haigh cierra la historia con una revelación desgarradora, que podría no ser tan sorprendente para algunos que lograron conocer a “All Of Us Strangers” en el nivel celestial y empático de Haigh en todo momento. Independientemente de tu propio viaje con un final impresionante, esta sublime película tiene como objetivo emborracharte, agitarte y enviarte de regreso al mundo real equipado con algo nuevo, una potencia espiritual que no has tenido antes. Es una obra de arte.
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“All of Us Strangers” es un acto de equilibrio de extraordinaria delicadeza: es un drama casi sobrenatural sobre la mayoría de edad, una meditación sobre la soledad y un romance dolorosamente tierno y sensual, todo ello en el mismo tono menor envolvente.
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Es impresionante cómo termina esta caja de rompecabezas. Es satisfactorio, emotivo y audaz, sin socavar lo anterior. Incluso si percibes hacia dónde se dirige desde el principio, no por eso es menos gratificante. Contada con economía y evadiendo cualquier clasificación de género fácil (es en parte romance, en parte fantasía, en parte thriller y más), es una obra muy conmovedora y un testimonio del poder del amor.
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Lo último de Andrew Haigh es una meditación exquisitamente melancólica y llena de fantasía sobre la pérdida y el aislamiento. Un romance gay exuberantemente triste y sensual, impulsado por una combinación asesina de pop queer de los 80 y un par de actuaciones devastadoras de Scott y Mescal.
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Haigh captura la catarsis que ofrece procesar el propio dolor y aprender a ver a sus seres queridos (particularmente a sus padres) como seres humanos, imperfectos y falibles como cualquier otra persona. Una excavación tan dolorosa es profundamente conmovedora y, a menudo, desgarradora, pero también tentativamente esperanzadora, ya que sugiere que la paz sólo proviene de aprender a vivir con la melancolía de extrañar a alguien y de abrazar la conexión donde se encuentra. Es una historia de fantasmas, pero también es una historia de amor. Una que te romperá el corazón.
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A pesar de las contribuciones de los actores, este sigue siendo el trabajo de un autor confiado. Haigh tiene muchas habilidades como director y dejar que la acción se desarrolle de manera casi pasiva (énfasis en “casi”) es una de ellas. Puede parecer una crítica, pero la estética que eligió es en realidad un tono muy difícil de lograr. Deja que sus actores habiten sus escenas sin una pizca de tontería o circunstancia mientras mantiene hábilmente a su audiencia cautivada por la pantalla (es cierto, parece ser el único cineasta moderno que puede capturar con precisión la energía de una pista de baile abarrotada).
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Andrew Scott, Paul Mescal, Claire Foy, Jamie Bell: no es frecuente que una película tenga un reparto tan bueno. Agregue el hecho de que está escrito y dirigido por Andrew Haigh y tendrá una película deliciosa.
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Todos somos extraños es una de esas películas que persisten en la mente, generando el deseo de buscar explicaciones lógicas y respuestas a preguntas que quizás no necesitan ser respondidas. La mayor parte de la película queda abierta a la interpretación del espectador. (…) Todos somos extraños es un viaje emocional que juega con las dimensiones del pasado y el presente, explorando lo que es y lo que no es. A lo largo de la trama, lo único verdaderamente claro es que, al final del recorrido, el amor es la única fuerza que realmente importa. Es, sin duda, una película que hay que ver.
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Todos somos extraños nos presenta la idea de que, para abrir el corazón, primero hay que sanar el nudo que lo ata. Cosa nada fácil cuando el nudo está hecho de represiones tácitas, miedos crónicos, traumas escolares y arrepentimientos asociados a la propia esencia del ser, y que parecen quedarse para siempre. (…) La belleza de la película radica en todas estas preguntas hipotéticas que, visión o no, metáfora o no, sueño o no; han de consolidarse en la realidad como una reconciliación en el propio corazón. Todos somos extraños nos recuerda que es posible sanar, incluso cuando los otros ya no están.
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…los hallazgos de Todos somos extraños sobre las barreras emocionales que ponemos como mecanismo de defensa y las fantasías de las posibilidades no cumplidas pueden resonar con muchos, sobre todo aquellas personas queer que se vieron privadas de una infancia y adolescencia en la cual pudieran ser ellas mismas.
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La película no siempre acierta a la hora de juntar la trama romántica con la nostalgia de una infancia imperecedera y al mismo tiempo interrumpida trágicamente, pero, cuando lo hace (que es la mayor parte del tiempo), da en el clavo, en el centro de nuestros sentimientos. (…) La película no siempre acierta a la hora de juntar la trama romántica con la nostalgia de una infancia imperecedera y al mismo tiempo interrumpida trágicamente, pero, cuando lo hace (que es la mayor parte del tiempo), da en el clavo, en el centro de nuestros sentimientos.
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…es una película notablemente profunda que se aferrará a ti durante días. (…) Parece que cuanto menos se diga sobre Todos Somos Extraños, mejor, aunque no se trata de sus modestas revelaciones. Haigh utiliza un fascinante mecanismo narrativo para atravesar la niebla del autoexamen y la soledad y hacer una declaración engañosamente simple sobre la naturaleza eterna del amor.
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…la película de Andrew Haigh que surge en la cartelera como una amenaza, además de una provocación. Piénselo bien, es mi obligación advertírselo, es posible que después de verla se queden a vivir en ella por la sencilla razón de que la amarán como solo se ama al propio amor. Y cuando pase el tiempo, recordarán el momento preciso en el que la vieron por primera vez.
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Es un drama bien construido y matizado que rezuma audaz aplomo visual y un sutil misticismo similar a estados desorientadores y oníricos… De hecho, se erige como algo especial en el cine contemporáneo.
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Creer o no creer en este salto de fe romántico y confesional es, en parte, tarea del espectador porque el puzle emocional que plantea Haigh bordea en según qué ocasiones lo confuso, lo cursi, lo enmarañado, lo lacrimógeno y lo inverosímil. Pero, como toda buena historia de fantasmas y como todo buen arrebato pasional, hay cosas del corazón que la razón no entiende. Hay que dejarse llevar y disfrutarla como un abrazo.
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Lo que hace que esta película funcione en muchos niveles es la dirección de Andrew Haigh. Posee un toque muy hábil a la hora de transmitir experiencias humanas en la pantalla y hay una belleza conmovedora en su simplicidad.
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Una de las mejores películas de 2024. Un guion asombroso que mantiene constantemente al público adivinando hacia dónde irá la película. Andrew Scott y Paul Mescal son sensacionales.
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El guionista y director Andrew Haigh aborda la soledad que a menudo se asocia con crecer como gay mientras construye una historia sobre las segundas oportunidades y el poder del amor. Andrew Scott y Paul Mescal son fenomenales.
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Scott y Mescal ofrecen las mejores actuaciones de su carrera como dos amantes abrazados en un bloque de apartamentos vacío de Londres. Hay tantas emociones y traumas generacionales en solo una mirada entre la pareja.
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Todos Somos Extraños evoca la potencia de la narración cuando choca con nuestros recuerdos de aquellos que nos amaron, demostrando el deseo de determinar lo incognoscible al combinar nuestros posibles caminos en la vida y aquellos que perdimos en el camino.
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Todos Somos Extraños es una película fascinante y onírica, llena de ternura, además de una contemplación inquietante e increíblemente conmovedora sobre el dolor, la identidad, la soledad y el amor. Impresionante.
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Scott es fantástico, el reparto secundario es excelente y la realización cinematográfica de Haigh tiene una elegancia que hace que las observaciones simples y cotidianas se sientan profundas. Los resultados son a la vez hermosos e inquietantes.
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En general, esta es una película conmovedora, estimulante tanto emocional como intelectualmente. Imbuida de una cualidad alucinatoria que sugiere que todo es un sueño, aunque lleno de toques de pesadilla cargada de dolor.
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Aunque algunos aspectos de Todos Somos Extraños tienen un sabor cursi, la cruda honestidad de los mejores momentos de la película impulsa la narrativa a través de sus paradas menos creíbles. (…) La profundidad de su apego al material se manifiesta en las escenas en las que las interacciones aparentemente reales de Adam con sus padres funcionan como dispositivos de afrontamiento que le permiten experimentar una forma de curación existencial sobrenatural.
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…es una película muy triste. Sin embargo, el director Andrew Haigh tiene cuidado de poner un rayo de esperanza dentro de esa tristeza. Adam logra una forma de resolución que se necesitaba desesperadamente. Se desconoce lo que le depara el futuro, pero está mejor equipado para manejar cualquier cosa que se le presente.
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El guion de Haigh muestra una especie de genio para la subestimación monótona en inglés sobre los asuntos más desgarradores. Es una adaptación de una novela japonesa de 1987, Strangers de Taichi Yamada, y la mejora radicalmente.
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Filmada en tonos apagados con un enfoque tranquilo incluso en los momentos más intensos, Todos Somos Extraños no necesita payasadas ruidosas ni trucos llamativos para ser una de las películas más potentes del año.
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El guion está plagado de elementos de género que, contados por cualquier otro cineasta, serían sensibleros o cursis. Pero el toque hipnótico de Haigh crea un tono igualmente honesto y oscuro pero lleno de asombro. También es absolutamente devastador.
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Donde hay amor, hay eternidad. No importa quién seas: queer, heterosexual, madre, padre, hija, hijo o amante: Todos Somos Extraños se acerca para abrazar cualquier noción de alma que le atribuyas… celestialmente hermosa.
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Esto juega como un sueño y una pesadilla, con algunas actuaciones increíbles. Es una experiencia muy tranquila y sutil, que se sumerge en las complejidades de las interacciones humanas, las experiencias personales y la soledad personal con tanta seriedad emocional.
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Sentimental por ser empalagoso, serio sin los toques adecuados de fantasía, alegre y, sin embargo, consciente de la tristeza que conlleva la alegría, Todos Somos Extraños es una película profundamente afectiva.
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En una historia contemporánea de nuestro tiempo, el escritor y director Andrew Haigh reúne un elenco excepcional para profundizar en las relaciones vistas a través de los ojos de dos personas desconectadas que necesitan consuelo.
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El guion, del guionista y director Andrew Haigh, es convincente y muy inteligente, con algunos giros sorprendentes. No me gustan las películas de terror, pero ésta (que es igualmente un drama psicológico) es excepcional.
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Impulsado por actuaciones tan tiernas y reflexivas, Todos Somos Extraños es una mirada sanadora, desgarradora e inquietante a la condición humana que permanecerá con los espectadores mucho después de que hayan abandonado el cine.
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Lo último de Andrew Haigh es pura poesía y una sincera historia de pérdida y curación. Reúne algunas de las escenas dramáticas más crudas y contundentes jamás filmadas. Uno de los mejores del año y merece espacio en tu corazón y mente.
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Este drama puede parecer poco convencional, pero los tonos suaves y exploradores del director Andrew Haigh hacen que todo parezca bastante natural. Quizás sea una historia de fantasmas, pero hay más de un tipo de fantasma.
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Brillantes actuaciones, un guion con abundante nostalgia y un soundtrack minimalista, pero lleno de emoción, convierten a Todos somos extraños en una película que merece ser disfrutada en la pantalla grande. Claro, es posible que muchos espectadores terminen al borde de las lágrimas, pero la experiencia es totalmente gratificante. No sólo se trata de un sobresaliente ejercicio cinematográfico, sino también de una exploración a las emociones que nos convierten en seres humanos.
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Todos somos extraños es un viaje emocional que juega con las dimensiones del pasado y el presente, explorando lo que es y lo que no es. A lo largo de la trama, lo único verdaderamente claro es que, al final del recorrido, el amor es la única fuerza que realmente importa. Es, sin duda, una película que hay que ver.
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La belleza de la película radica en todas estas preguntas hipotéticas que, visión o no, metáfora o no, sueño o no; han de consolidarse en la realidad como una reconciliación en el propio corazón. Todos somos extraños nos recuerda que es posible sanar, incluso cuando los otros ya no están. (…) Haigh logra aterrizar su relato fantástico gracias a las profundas emociones de sus personajes, con maestría particular de Andrew Scott, quien carga la película en sus hombros.
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…los hallazgos de Todos somos extraños sobre las barreras emocionales que ponemos como mecanismo de defensa y las fantasías de las posibilidades no cumplidas pueden resonar con muchos, sobre todo aquellas personas queer que se vieron privadas de una infancia y adolescencia en la cual pudieran ser ellas mismas. No es el trabajo más pulido de Haigh, pero ciertamente es bastante ambicioso, y quienes sean fanáticos de Weekend y Looking verán muchos temas en común que disfrutar en él.
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Todos somos extraños se presenta como un periplo introspectivo que interpela al espectador sobre la dicotomía entre la ausencia y la presencia en la experiencia humana. La película incita a una reflexión acerca de cómo nuestras expectativas modelan la búsqueda de identidad y los vínculos interpersonales. A pesar de su desenlace descorazonador, promueve una mirada más profunda, abordando interrogantes trascendentales sobre la esencia de la existencia y la complejidad de la condición humana.
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Todos somos extraños es una película con una carga nostálgica tremenda, aunque es abstracta y tiene una rareza onírica donde se difumina la línea entre la realidad, la fantasía y el recuerdo; su mayor enfoque es el drama del duelo. (…) Un gran regreso de Andrew Haigh a una película que va más allá de la formula de romance LGBT, abarca un tema universal que no distingue entre orientaciones. Un enfoque interesante a la primera adaptación de esta novela japonesa.
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Después de un trabajo impresionante, Andrew Haigh sube aún más el nivel, con una película impecable que busca las estrellas y llega ahí. Duele y brilla. (…) Es difícil pensar en otro drama reciente que se sienta tan descaradamente personal.
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