Cuando un capitán de la marina estadounidense muestra signos de inestabilidad mental que ponen en peligro la seguridad de su barco, el primer oficial le releva del mando y se enfrenta a un consejo de guerra por amotinamiento. Greenwald, un abogado escéptico, defiende a regañadientes a Maryk, un oficial de la marina que arrebató el control del barco a su dominante capitán Queeg mientras se encontraban atrapados en una violenta tormenta marina. Greenwald se muestra cada vez más preocupado a medida que avanza el consejo de guerra y se pregunta si lo del Caine fue un verdadero motín o simplemente los valerosos actos de un grupo de marineros que no podían confiar en su inestable líder.
El Motín del Caine
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Este es un drama judicial forense y exigente; de corte rígido y un poco inflexible; obstinadamente aprovechando su única locación claustrofóbica. No es El Exorcista, Sorcerer o The French Connection. Pero es una valiosa incorporación tardía a la armada del gran director.
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La cinematografía de Michael Grady es nítida y segura, al igual que los movimientos de la cámara de Friedkin que se concentran en los ritmos correctos, pero nunca son estáticos. Sin muchos trucos cinematográficos, ni recurrir a otros enfoques (como lo que hizo Stanley Kramer al girar constantemente su cámara 360 grados alrededor de la sala del tribunal en Judgement At Nuremberg), Friedkin mantiene la vista en el premio, que es el contenido y el diálogo fantástico. The Caine Mutiny Court-Martial demuestra que, sin lugar a dudas, el cineasta todavía tenía juego.
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No sé si Friedkin sabía que esta sería su última película, pero en muchos sentidos parece una palabra artística final apropiada. Como muchas de sus otras películas, es concisa, contundente, un poco chillona a veces, pero hecha con brío y arrogancia.
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The Caine Mutiny Court-Martial es profundamente, hilarante y pioneramente aburrido. Puede que incluso sea la película más aburrida que he visto en mi vida, por la forma en que constantemente sustituye la acción por conversaciones aburridas, al tiempo que ofrece rapidez en términos visuales. Los actores se sientan a hablar en una silla en medio de mesas dispuestas en forma de U, en una fea sala con paneles de caoba. La acción permanece aquí durante el 95 por ciento de la película, lo que la convierte en una de las películas más marrones jamás grabadas. Lo mejor que se puede decir sobre la realización de la película es que es discreta…
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“The Caine Mutiny Court-Martial” tiene un giro en su núcleo. Si bien algunos pueden percibirlo como desagradable y reaccionario, yo diría que el resto de la película sugiere que no deberíamos tomarlo al pie de la letra. Esta es una película que nos insta a considerar que la verdad puede ser más compleja de lo que nos sentimos cómodos. Al igual que “Cruising” y “To Live and Die in L.A.”, por citar dos de mis obras favoritas de Friedkin, “The Caine Mutiny Court-Martial” no deja de jugar con nuestras cabezas cuando los créditos empiezan a rodar.
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…en última instancia, esto se siente como una historia que no necesitaba rehacerse, con actuaciones que habrían hecho cosquillas en una vista de una noche en Broadway. Es el canto del cisne de Friedkin, sí, pero ¿es representativo de su producción? Probablemente no.
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Quizás no sea la joya más brillante de la corona de Friedkin, pero esta última película ciertamente brilla lo suficiente como para no defraudar su legado. The Caine Mutiny Court-Martial no es perfecta, ni algunos la encontrarán particularmente memorable e incluso pueden encontrar la ubicación singular un poco tediosa, pero es entretenida, se realiza de manera excepcional y es una forma muy decente de pasar un par de horas.
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Como siempre, Friedkin nos deja a nosotros luchar con las implicaciones de su narrativa. Nunca nada es blanco y negro en sus mundos idiosincrásicos, o incluso en el que vivimos. Pero esto es cierto: todos somos más pobres por haberlo perdido como cineasta (…) Visualmente la película no tiene mucho que hacer. Es bastante serio (a pesar de que Friedkin trabajó con el director de fotografía de Bug, Michael Grady) y como la acción se desarrolla casi en su totalidad dentro de una sola habitación en el cuartel general de la Marina de los EE. UU. en San Francisco sin música, la atmósfera austera significa que hay mucha presión sobre los hombros del elenco. Pero Jason Clarke domina la pantalla con determinación y mirada acerada.
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Aquí todo está en el lenguaje (los testimonios hacen el trabajo de evocar vívidamente y en detalle los acontecimientos a bordo del barco) y en las actuaciones. Friedkin ha elegido maravillosamente, sobre todo en los papeles secundarios, con Greenwald de Jason Clarke, al menos hasta la coda, permaneciendo enigmático y tentadoramente retraído, contradiciendo su imponente corpulencia.
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Este vertiginoso giro de 180 grados es una excelente manera de salir para Friedkin, y está precedido por casi dos horas de trabajo experto y una película que es tan sólida y confiablemente entretenida como cualquier cosa que probablemente veas este año.
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…para una película que depende tanto del diálogo, el elenco es un factor clave para su éxito y es prácticamente perfecto. Desde el confiable Jake Lacy como el teniente Maryk hasta el severo Lance Reddick (quien también falleció repentinamente a principios de este año) como el intimidante juez Blakely, hasta Monica Raymund como la fiscal Challee, todos los miembros del elenco reciben material y tiempo para brillar, pero es Jason Clarke en particular como el abogado de Maryk, Greenwald, y Sutherland como el comandante Queeg, que le dan al conjunto la chispa de brillantez, con dos monólogos asesinos que no solo son espectaculares de presenciar, sino que también le dan a sus personajes una capa de profundidad que no tenían antes.
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Es un filme fantástico incluso si estás familiarizado con las otras versiones. Así como Hitchcock frecuentemente contaba historias cinematográficas bajo una moderación autoimpuesta (pensemos en “Lifeboat”, “Rear Window”, “Rope”), aquí Friedkin decide no intentar “abrir” una obra escénica sino mantenerla vibrante con un lenguaje cinematográfico básico pero sofisticado. Colocación y movimiento de la cámara, cortes, ese tipo de cosas.
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…estamos ante un trabajo potente y ejemplar, una última gran película que no se engalana como tal pero evidencia el talento de un genio del cine. Uno que ahora ya no disfrutaremos de nuevo, pero se fue por la puerta grande (…) Prácticamente la totalidad del metraje tiene lugar en la misma sala donde se realiza el consejo de guerra, con Friedkin optando por una puesta en escena minimalista acorde a un diseño de producción reducido y hasta opresivo. Esto deja sensación de austeridad, realzando la naturaleza de directo a televisión que tiene el proyecto, pero el director va ofreciendo pequeños detalles de interés para mantener el ritmo de la obra y que sea contundente como un film judicial de los de toda la vida.
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…básicamente estamos ante la misma historia, pero en escenario único, el lugar del juicio, lo que acentúa la impresión de obra de teatro, bien filmada con los distintos tiros de plano, y con buenas interpretaciones de todo el reparto, pero especialmente Kiefer Sutherland y Jason Clarke, que asumen los roles que antaño hicieron Bogart y José Ferrer.
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El Motín del Caine es una propuesta interesante para echar la tarde, buenas interpretaciones y dirección de William Friedkin. La película se deja ver si bien no aporta nada nuevo bajo el sol. Ya hemos visto dramas militares de este estilo y mucho mejores y más conseguidos como Algunos hombres buenos o Marea Roja: eso sí que era un amotinamiento.
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Al igual que en la pieza original, la nueva versión tiene una serie de conclusiones que, más allá de ser sorpresivas, se replantean algunas cosas respecto al rol de los militares en una nación. Lo que pierde la versión de Friedkin frente a la original tiene que ver con el contexto que enmarca a cada época: lo que allí era la Segunda Guerra Mundial acá pasa a ser una serie de conflictos un tanto más grises como fueron los de la llamada «guerra contra el terror». Y eso, que parece menor, no lo es tanto, ya que altera en lo profundo la contundente conclusión de la pieza. Lo que no se alteró, pese a esa diferencia, es su potencia. Y si algo queda claro viendo la película es que, en su despedida, Friedkin jamás perdió el nervio esencial que siempre tuvo como cineasta. Aún para hacer algo que se parece mucho al teatro.
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El enfrentamiento en la sala del tribunal se basa en corrientes de agresión, que Friedkin aprovecha y mantiene a sus actores en una especie de furia. Jason Clarke, como el teniente Greenwald, el abogado defensor que sabe cómo mantener a su presa fuera de equilibrio, y el difunto Lance Reddick, como el juez, son especialmente astutos (Reddick hace hipnóticas incluso las órdenes judiciales más neutrales). Pero si “El Motín del Caine”, a diferencia de “12 Angry Men”, trata realmente sobre algo que sigue siendo relevante, excepto de la manera más abstracta, es un tema que está seriamente debatido.
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Si bien El Motín del Caine es un escaparate para sus actores, no muestra mucho más. Se han utilizado ubicaciones únicas con gran efecto en películas anteriores, pero esta parece solo un escenario. La iluminación lo aplana todo y se nota que las ventanas de la sala del tribunal son falsas, que lo que hay más allá de ellas es un decorado genérico. Se suma a la sensación generalizada de un procedimiento televisivo…
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El Motín del Caine cierra el círculo de la carrera de Friedkin, mostrando las habilidades sensatas que le dieron la credibilidad para ejercer sus ambiciones más locas. A su manera, es un trabajo final tan adecuado como una obra maestra culminante.
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…la película en su conjunto se me queda extraña en la mente mientras trato de asimilarla, y no es culpa de ninguno de los actores. Más bien, plantea la pregunta de por qué necesitábamos esta nueva versión en primer lugar: por qué Friedkin fue tan inflexible en hacerla y qué estamos obteniendo de la máxima simpatía hacia Queeg y el sistema que lo creó.
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